domingo, 27 de enero de 2013

¿ Distancia? - Prologo.


El pasillo parecía cada vez más estrecho, por lo cual empecé a correr. Los gritos, las burlas, las risas, me acompañaban. Mientras más corría más fuertes se hacían. Comencé a llorar. Sentí un escozor en mis brazos, los miré y estos sangraban, una nudo en mi garganta se hizo presente ¿Otra vez lo mismo? El pasillo se oscureció, pero no por eso los sonidos cesaron, de hecho se hicieron aún más fuertes. Aún más hirientes. A pesar de todo, no pedí ayuda, solo corrí, esperando a que el pasillo terminara, que las burlas terminaran, que alguien terminara con todo. 
Correr no era fácil, no con los 15 kilos que me sobraban. Estaba sudando, mis brazos no dejaban de sangrar y yo no dejaba de llorar, pero repito, no pedí ayuda. Seguí corriendo, intentando escapar de todo, es lo único que podía hacer. Ansiaba algo, pero no sabía que era, solo necesitaba ese “algo”.

- ¡Basta! – Me detuve, ese grito, esa voz, eso era lo que necesitaba. Esta vez deje de correr, intente vislumbrar la procedencia de esa voz, pero todo estaba oscuro, tan oscuro….

Las risas continuaban, los gritos, las burlas, todo y de pronto sentí un dolor punzante en el estómago, es cómo si alguien me hubiese dado un puñetazo directo en la boca del estómago. Caí de rodillas al piso, sujetando mi abdomen, el lugar donde dolía. Mis brazos habían dejado de sangrar, pero todo dolía tanto.

- ¡He dicho basta! – De nuevo, la voz. 

Levante la mirada, con las lágrimas nublando mi visión. Pude verlo, al final del pasillo, una pequeña luz. Me levanté a pesar del dolor y con mis pocas fuerzas comencé a correr hacía la luz, sin embargo, mientras más corría, más presente se hacían las voces. 

- Tengo que llegar, debo llegar – Susurré entre dientes.

Me estaba acercando, lo sabía, puesto a que un poco más allá vislumbre una silueta. No sabía quién era, no sabía si era bueno o malo, solo sabía que quería llegar hasta él. Cada vez estaba más cerca, podía sentir un aroma que se me hacía familiar, aroma que apenas percibí me encantó. 

- Ven – Pronunció la silueta a la cual no distinguía bien. Tenía una voz claramente masculina, ronca.
- ¡Ya voy! – Grité 

Solo unos cuantos metros más, dos o tres, no era nada comparado con todo lo que había corrido. Cada vez estaba más cerca, lo iba a lograr, tenía que lograrlo.

- Ya falta poco – Susurró la voz. 

Y finalmente lo logré, llegue a él. Me lancé a sus brazos y me acurruque en su pecho, mientras el me abrazaba con un brazo y con el otro me acariciaba mis cortos cabellos. Su aroma me inundo y me hizo sentir bien, me sentía en casa. Las voces habían cesado y todo estaba en calma.

- Tranquila, todo estará bien – Susurró a mi oído. 

Sentí la necesidad de verlo, sentía que lo conocía pero tenía que ver su rostro. Levanté la mirada y sus ojos me llenaron de vida. Aquel azul cielo, llenos de tranquilidad, de amor, de hogar. Le sonreí y me separé de el, solo para soltar una risilla.

- Eras tú – Le dije mientras continuaba sonriendo, era la persona que más necesitaba.
- Siempre que estés en problemas te encontraré, tenlo por segur… - Su voz se vio interrumpida, quise saber por qué, así que lo miré a la cara.

Mi rostro se llenó de puro horror, sus ojos estaban muy abiertos, y de su boca brotaba sangre. Me desesperé, y comencé a buscar al causante de esto. Mis ojos se detuvieron en su abdomen, una lanza lo atravesaba. De pronto el dolor que sentía en el abdomen volvió a mi, pero era estúpido, a el lo estaban atravesando con una lanza, no a mi, pero dolía cómo el diablo. 

Un gorgoteo se hizo presente, y me di cuenta de que era el, intentando hablar. Pronto cayo de rodillas al piso, agarrándome de la ropa, cómo pidiéndome ayuda, ayuda que yo no podía darle, el estaba muriendo, y yo solo podía observarlo. Comencé a llorar, a gritar, a suplicarle a un ser divino que parara todo esto.

- No te mueras ¡No te mueras! ¡Te necesito! – Finalmente el cayó al piso, inerte, cómo una tabla. Me le eche encima y comencé a sollozar. Su cuerpo estaba frío, estaba empapado de sangre, y su aroma ya no estaba presente, solo podía sentirse el aroma de la sangre, el aroma de la muerte.

Me senté de golpe en la oscuridad de mi habitación, un grito escapo de mi garganta contra mi voluntad. Respiraba agitada y no entendía nada ¿Una pesadilla? Mierda, cada vez se hacían más presentes. Comencé a calmarme, a tomar grandes bocanadas de aire.

- ¿María? – Su voz ¡Era su voz! 

Rápidamente encendí la luz de mi lámpara que reposaba en mi mesita de noche. Lo pude ver, ahí, en el piso de mi habitación, metido en una bolsa de dormir. 

- Ethan… ¿Te desperté? 
- Claro, pero no te preocupes ¿Estás bien? – Me miraba con preocupación, le sonreí y asentí con la cabeza.
- No te preocupes, solo fue una pesadilla, vuelve a dormir.